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Mostrando entradas de marzo, 2011

Dos poemas

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I Nazco en cenizas de sueños masacrados En hoguera fría templan mis huesos Soy  la vida vuelta del dolor conocimiento  regateado  a la rutina Venganza  del desamor II Flor que desangras mis ojos clavas tu raíz en mi corazón Tus frutos se sonrojan en mis manos te alimentas en mi mente Flor ideal usas mi cuerpo y das de comer a esos pobres que solo ven a una mujer en mí

Para soñarte

Para soñarte fuerte hay que estar lejos para desear y quererte Para oler a nostalgia se debe respirar limpio que en sangre se confunda hastío, presencia y olvido Para soltar la angustia hay que pensarte despacio lento por cada poro y ver la realidad Para esperar en el pliegue de la imaginación ansiosa recuerdo la ternura herida, abandonada, lejana

Una ventana para una jacaranda

Todos los febreros se cubría con una sinfonía morada.  Sus flores planeaban suspendidas en el aire hasta caer al empedrado donde se unía a un tejido púrpura que nos recordaba la cercanía de la Semana Santa.  Cuando construí la casa sabía, con seguridad, que la ventana debía enmarcar aquella hermosa jacaranda. Era la amiga silente que atraía pájaros llenos de trinos y que levantaba el sol con sus retorcidas ramas.  Mi esposa insistía en que debía escribir sobre su hermosa naturaleza y cantar su poético existir. Mi exmarido se adelantó y publicó la referida oda. Ambas admiramos la sensibilidad del texto y concordamos en que era lo que una jacaranda debía inspirar.  El año pasado, el bibliotecario del pueblo la miró fijamente y sentenció: creo que esta será la última vez que veamos florear esta jacaranda. En ese momento, ninguna dimos mucho crédito a su profecía.  Hoy, en este marzo caluroso, la vemos seca y triste, sin un solo atisbo morado. Una paloma dormita en una rama solitaria.