KEJ
KEJ Sus pasos resuenan en el monte, como tu danza circular en la plaza y esa fiebre horrible que circulaba tus ojos y los hacía delirar. Que si el espíritu venía, y en su pupila era piedrita de coyol negro y brillante, que si asaltaba tu cuerpo y la hacía arquearse majestuosamente, mientras te ibas a donde yo no pudiera alcanzarte. Piedrita de coyol en mi mano, con esa mirada congelada en el último suspiro, en el último estertor latente del nawual. Tomado de: Danza implacable