VEN
Ven, no tengamos miedo. Lo único que podríamos perder es a nosotros mismos y eso no es grave. Ven, guíame a través de la audacia; rompamos la clara advertencia que él sembró como profecía ante mis ojos asombrados: "No te vayas a dejar sodomizar por él". ¿Tienes miedo a morir? Con mayor razón, apresurémonos, porque yo tampoco duraré mucho. Fundamos tus deseos de diez años con mi espera, mi amargura y cinismo y saldrá, seguramente, la pasión más original que hayamos visto resplandecer en la oscuridad. Deja de mirarme y hazlo, ya, que aún nos quedan estas gotas que llamamos tiempo. Yo no preguntaré de qué brazos vienes ni a cuáles irás luego de mí, tú no preguntarás cómo cumplo mis obligaciones cotidianas. Ven y desvive toda la ternura de tus ojos en el temblor de tus manos al desabrochar mi blusa. Te juro que puedo ahogar la culpabilidad y la vergüenza en el hondo deseo que tu piel desconocida me provoca y en la seguridad de que esta es la lógica conclusión de los diez