EL RELOJ
Supongo que no quieres creer que de verdad lo compré para mí y luego no supe qué hacer cuando no me gustó. Y tampoco creerás que regalo todo lo que no me sirve o lo que me gusta en extremo. Cuando era pequeña me resistí cuanto pude a ir al colegio. Era incomprensible para mí el tener que abandonar la protección de mi hogar para enfrentarme a un mundo exterior que parecía dispuesto a destrozarme en cualquier momento. Así de hipersensible era. El primer año y medio de escuela lloré tanto que ya nadie sabía qué hacer conmigo. No resistía el mundo. Para mí la felicidad consistía en cinco amigos imaginarios dentro de la casa (mi querido y guapo Rex, entre ellos), tres fuera de ella, el constante mal humor y disciplina draconiana de mi madre y las visitas a mi madrina. Ese era el paraíso. Cuando me dejaron naufragar en las aguas del mundo incomprensible, me encontré con una maestra de párvulos histérica y desequilibrada que me producía terror y vómitos. Obviamente entre más vómitos ver