EL PUNTO FINAL

Esta era una mujer que venía sola desde hacía mucho tiempo. Había pensado que los puntos finales los debe poner cada persona y que el suyo llegaría en el momento que su hijo alcanzara la adultez. Pensaba que los finales deben ser elegibles y no quedar a la mano del azar.

Cuando el tiempo se acercó, tuvo un sueño en el que seres de luz le anunciaron jocosamente que, aunque ella lo creyera, este no era el final; en realidad, este era un principio. Despertó con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta. Qué haría con tanto tiempo por delante. 

Se hacía muchas preguntas: principio de qué, si muchas situaciones habían finalizado, si los tiempos parecían estancados, si por más que proyectaba y luchaba, todo se le resistía. 

Su hijo se acercó y sabiamente le dijo que este era solamente la mitad de la vida, que se olvidara de él y pensara en nuevas metas por alcanzar, qué más quería, qué más deseaba alcanzar. Hacia allí debía ir. 

La mujer ha arrullado en su mente a la otra mujer suicida que se lanzó al vacío desde un puente con su hija de tres años. La ha pensado, la ha soñado, la ha justificado. 

Cierto: hoy, el agua le llega al cuello. Pero ha decidido luchar y dejar para otro día el punto final. 

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