EL REGALO DE DESPEDIDA
El corazón se había debilitado lentamente. Se había ido dando por vencido por partes: cada vez era menos corazón y más muerte. Este hombre lo sabía, presentía que en cualquier momento ese corazón quedaría quieto e impávido. En las noches en que no podía dormir porque era muy difícil respirar, recordaba a su hija, la primogénita. Hacía tantos años, la recibió con mucha alegría, pero a los cinco años se atravesó el hijo varón, el que transmitiría su apellido hacia la eternidad y el machismo le hizo dar la espalda a aquella chiquilla. Fue una relación dura, como la de aquellos que transitan por un camino de terracería, estrecho y peligroso, y no se dejan pasar el uno al otro. La chica creció odiándolo e hizo lo necesario para demostrarle que era tan ser humano y tan valiosa como su hermano. El hombre, en algún momento de la travesía, comprobó que era su hija la que lanzaría su apellido a la eternidad y aceptó el daño que había ocasionado. La chica, convertida en mujer, había